"Ese sol que sale en días fríos, muy fríos, en los que está el cielo totalmente despejado, sin ninguna nube. Y, aunque estés congelado, si te quedas quieto un rato, tu cara, tus dedos, comienzan a entrar en calor poco a poco. Y eres un poco más feliz."

sábado, 23 de noviembre de 2013

El hombre que yo quiero no es alto ni bajo, ni gordo ni delgado, ni moreno ni rubio, sino todo lo contrario.
El hombre que yo quiero se ríe de mi cara de enfado de mentirijilla, de mis palabrotas, de mi vergüenza cuando se pone a bailar en medio de un centro comercial.
El hombre que yo quiero está dispuesto a ir de compras conmigo y a ver pelis románticas en el cine, aunque yo no le deje. Ante mi negativa a invitarme a comer, contesta con un: "venga...". Disfruta haciéndome cosquillas y estudia un idioma por mí.
Al hombre que yo quiero le entusiasman mis ojos y mi risa, mi forma de hablar y mis andares. Me mira como un erudito que entrara en una gran biblioteca: con deseo, con esperanza, con ansia, con voluntad, con ternura.
Puedo hablar con él de las últimas noticias o del tiempo, del libro que estoy leyendo y de los viajes que nos quedan por hacer, de lo que me pone triste y de mi comida favorita. De películas, de sueños.
El hombre que yo quiero me abraza. Me abraza mientras dormimos (aunque acabe moviéndome involuntariamente, obligándole a cambiar de postura); me abraza mientras caminamos (aunque sus pasos sean más largos que los míos y acabe trotando al lado de él).
El hombre que yo quiero es sencillo, despistado e inocente. Tiene la curiosidad y la risa de un niño y nunca le busca 3 pies al gato.
El hombre (al) que yo quiero me quiere. Con mis lágrimas, con mi acento, con mi risa descontrolada.

lunes, 27 de mayo de 2013

De vuelta


Lo intenté esta mañana y no pude, debido, en parte a las prisas, el estrés, las maletas con su sobrepeso… Pero tras hablar con Lola, y teniendo en cuenta que aun tengo por delante tres horas más en la T4, me he decidido: voy a hacer una reflexión de la Erasmus.
Así que he puesto “I will wait” de Mumford & Sons, una de las canciones del año, y he abierto un documento de Word. Y ahí me he quedado.
Siempre me pasa lo mismo, escribo poco y cuando puedo, no cuando quiero, o sea, cuando me viene la inspiración. Hay tantísimo que escribir acerca de este año… pero no me sale. Aunque ahora que lo pienso, creo que más bien no puedo. No puedo resumir 9 meses viviendo en el extranjero en un documento de Word. No puedo reflejar aquí las carcajadas ni las lágrimas, las canciones, las comidas juntos, las visitas al supermercado o al centro, las fiestas, las resacas ni las tardes en la biblioteca.
Me siento muy afortunada. Por tener la oportunidad de irme, por haberla aprovechado como he hecho, por haber conocido a gente fantástica y hacer buenísimos amigos. Por tener una Irish family.
Igual que me costó acostumbrarme a estar allí, me va a costar acostumbrarme a estar de vuelta. Y aunque en los días pasados lo viera todo bastante negro, hoy soy mucho más optimista.
    Cuando quedaban unas tres semanas para irnos, hubo una noche que me dio un poco el bajón, y le lloré a María (una de unas cuantas…). Le dije: “sé que me tengo que centrar en las cosas buenas y no pensar en lo malo”. Ella me contestó: 
-      Si no tiene nada malo.
Es cierto. Esta experiencia no ha tenido absolutamente nada de malo. Se ha acabado, pero sabíamos desde el principio que eso iba a ser así. Ahora conocemos una ciudad nueva, hemos vivido fuera de casa muchos meses, nos hemos hecho más independientes, hemos mejorado un idioma, y, lo más importante, hemos conocido a personas maravillosas.
Hoy se cierra un capítulo. Mañana empezaré a escribir el siguiente.